El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una lucha. Conocía la reputación del samurai y fue hasta allí para derrotarlo y aumentar su fama. Todos los estudiantes se manifestaron en contra de la idea, pero el viejo aceptó el desafío.
Juntos, todos se dirigieron a la plaza de la ciudad y el joven comenzó a insultar al anciano maestro. Arrojó algunas piedras en su dirección, le escupió en la cara, le gritó todos los insultos conocidos ofendiendo incluso a sus ancestros. Durante un largo tiempo, hizo todo por provocarlo, pero el anciano permaneció impasible.
Finalmente, sintiéndose ya exhausto y humillado, el impetuoso guerrero se retiró, más enojado que antes.
Desilusionados por el hecho de que el maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, y no tuvo ninguna respuesta a las agresiones, los alumnos le preguntaron:
- ¿Cómo pudiste, maestro, soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usaste tu espada, aún sabiendo que podías perder la lucha, en vez de mostrarte cobarde delante de todos nosotros?
- Si alguien llega hasta ustedes con un regalo y ustedes no lo aceptan, ¿a quién pertenece el obsequio? -preguntó el samurai.
- A quien intentó entregarlo - respondió uno de los alumnos.
- Exactamente, y lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos - dijo el maestro - cuando no se aceptan, continúan perteneciendo a quien los llevaba consigo.
Autor Desconocido
Juntos, todos se dirigieron a la plaza de la ciudad y el joven comenzó a insultar al anciano maestro. Arrojó algunas piedras en su dirección, le escupió en la cara, le gritó todos los insultos conocidos ofendiendo incluso a sus ancestros. Durante un largo tiempo, hizo todo por provocarlo, pero el anciano permaneció impasible.
Finalmente, sintiéndose ya exhausto y humillado, el impetuoso guerrero se retiró, más enojado que antes.
Desilusionados por el hecho de que el maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, y no tuvo ninguna respuesta a las agresiones, los alumnos le preguntaron:
- ¿Cómo pudiste, maestro, soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usaste tu espada, aún sabiendo que podías perder la lucha, en vez de mostrarte cobarde delante de todos nosotros?
- Si alguien llega hasta ustedes con un regalo y ustedes no lo aceptan, ¿a quién pertenece el obsequio? -preguntó el samurai.
- A quien intentó entregarlo - respondió uno de los alumnos.
- Exactamente, y lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos - dijo el maestro - cuando no se aceptan, continúan perteneciendo a quien los llevaba consigo.
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